lunes, 19 de septiembre de 2016

EL DÍA INACABABLE

Capítulo 2


Aquello no tenía sentido. Era imposible que mis dos mejores amigos viniesen a buscarme con la excusa de que era sábado y teníamos que asistir al Salón del Manga. Karen estaba al borde de un ataque de nervios, vestida con su disfraz -muy bien hecho- de Sailor Moon; Millo no parecía tan indiferente como de costumbre con su patético cosplay de Calimero. Aquello no podía ser, tenían que estar de broma.
   Pero no. Al final era todo como decían ellos. Era sábado... otra vez. Pero, ¿por qué?
   El día transcurrió como el que yo mismo había vivido al día anterior. El viaje en tren; la media hora larga de la cola de las entradas; la otra cola para entrar; la gente disfrazada, otra de calle; las compras; la comida; el retorno al evento; la entrevista a los actores de doblaje y la firma del famoso, el cuál, yo ya sabía quien era: Mi amiga Mireia; la cual se había hecho un nombre en el mundo del manga tras irse a Japón.
   Estuvimos con ella, charlamos las mismas cosas que al día anterior y todo terminó como el sábado; solo que para mi no era sábado: era domingo. ¿Por qué todo el mundo iba diciendo que era sábado entonces? Aquello tenía que ser una broma.
   Volvimos en el tren, nos despedimos y me fui para mi casa. Me eché en la cama boca arriba con las manos en la nuca pensando en todo aquello. Menudo día; de nuevo viviendo lo mismo, ¿cómo era posible? Acabé durmiéndome  y tuve un sueño extraño que no lograba recordar cuando, al día siguiente, el móvil no paraba de sonar. Lo cogí a desgana y bostezando dije:
  -¿Quién es?
  La voz estridente de Karen volvió a hablarme en voz en grito toda acalorada.
  -¡¿SE PUEDE SABER QUE LECHES ESTÁS HACIENDO?! ¡¡¡DATE PRISA O LLEGAREMOS TARDE!!!
  Acabé por retirar el móvil de mi oreja, mas la escuchaba como si estuviera a mi lado.
  -¿Se puede saber de que hablas? -le dije con voz cansada.
  -¡¡DEL SALÓN DEL MANGA, QUE SI NO!!
  -Pero si hoy es domingo, y ayer ya tuve un día muy raro que, si te lo cuento, no te lo creerías.
 -Sábado, palurdo, sábado. Así que ya te estás vistiendo y corriendo a la estación o perderemos el tren -acabó exclamando la chica.
  Abrí los ojos de par en par, me fui corriendo al lavabo y me miré en el espejo. Iba vestido con un pijama y me acosté con la ropa que me puse para asistir el primer sábado que viví. Me llevé las manos a la cabeza rogando por no vivir otra vez lo mismo. Aquello era un sin sentido; ¿cómo era posible vivir tres veces el mismo día? Aquello era imposible, Imposible. Imposible. No tenía sentido alguno. En la vida real nadie tiene poderes ni es un superhéroe o villano, ni existe la brujería ni el ocultismo, aunque haya regiones que lo practiquen.
  Llegué a la estación y la reprimenda que me echaron fue peor que la del sábado de ayer.
  Y vuelta a la carga.
 Otra vez el tren, las colas, las compras, la gente disfrazada de aquí para allá, salir del recinto y comer lo mismo en el mismo lugar y a la misma hora, volver a escuchar las mismas preguntas y las mismas respuestas a los mismos dobladores y la firma del famoso que no era otra que mi antigua amiga Mireia. Lo único que cambiaba era mi animo. Mientras que el primer día era todo diversión y disfrute y el segundo algo de lo más normal, aquel día repetido no podía más con mi alma. Necesitaba acabar ya con ese día, meterme en la cama y vivir, por fin, un domingo tranquilo como otro cualquiera.
  Pero que equivocado estaba. Regresamos, cada uno se fue para su casa, me cambié y me puse un pantalón rojo a modo de pijama y nada arriba, a ver que pasaba esta vez.
  Tuve otro sueño, esta ves más nitido. En el, jugaba a las cartas con alguien sin rostro, pero que no daba miedo, más bien rabia por no saber quien podía ser aquella persona de cabellos largos y ataviada de rojo fuego. Me fije en la baraja de naipes y me asombró ver que era una baraja de tarot; en mis manos se cernía la carta de la muerte.. Aquella mano no tuvo fin porque el móvil volvió a sonar y me fije que el pijama volvía estar en mi cuerpo.
  ¡¡¡No, no, no, no, no, no, no, no, no, noooo!!! pensaba en mi fuero interno, ¡¡Otra vez no!!
  Esta vez era Millo quien me pedía amablemente que me espabilara, pero en su voz se denotaba una punzada de molestia.
  Y otra vez vuelta a empezar. Si el sábado pasado ya tenía un humor por los suelos, aquel ya era peor. No podía ser, aquello tenía que ser un sueño, seguramente debería estar soñando. Aquello tenía ser eso, un simple sueño y me despertaría en cuanto me pellizcase, como hacen en las películas. Pero no ocurrió nada de nada, seguía allí notando el pellizco bien fuerte en mi brazo derecho y, dejé de hacerlo cuando la gente me miraba como si estuviera loco. Tal vez sea esa la causa, mi cordura no era correcta; mi mente estaba tocada, mal.
  Eso iba pensando yo cuando, en la firma de Mireia, la misma se acercó a mi oído y susurró:
  -Tú también te has dado cuenta, ¿verdad? No te preocupes, yo me encargo.
  Y no supe que decir.
  Durante el trayecto de vuelta -otra vez- no cesaba de pensar en las palabras de la joven. ¿Quería eso decir que no era el único que había vivido cuatro veces el mismo día?