jueves, 28 de febrero de 2019

EL DÍA INACABABLE

Capítulo 3



Aquella vez me sentía diferente. Al parecer, Mireia también sabía que algo pasaba, que el mismo
día se estaba repitiendo una y otra vez. Así que cuando volví a casa aquel cuarto sábado, me duche,
me metí en la cama y estuve dándole vueltas al asunto. ¿Qué podría ser? ¿Tal vez había alguien que
realmente tuviera poderes y me estaba jodiendo a mi, y solamente a mi, la marrana? Y, ¿por qué
también a Mireia? ¿Qué tenía en contra de ella que vive desde hace años en otro país?
Al final me dormí no sin antes tomarme una taza de chocolate caliente, aun hacía calor, pero mi
cuerpo lo necesitaba. El problema de aquella noche fue el sueño. Aquella vez vi a Mireia caminar
con la cabeza gacha y entrar en un establecimiento con el nombre borroso, de aspecto lúgubre y
algo destartalado y sin ventanas.
Yo fui detrás traspasando la puerta cerrada tras ella como su fuera un fantasma. Dentro todo estaba
oscuro y no llegaba a ver muy bien, pero una persona de la cual no tenía cara, comenzó a entablar
conversación con la chica, una conversación que no lograba descifrar su contenido. Al final algo
hizo ¡Puf! y unas chispas rojas llenaron la estancia por un momento.
Mireia salió del edificio llena de gratitud y confianza. La seguí un trecho por la calle fantasmal,
aunque no sabría decir si yo era más fantasma que la calle dado que podía traspasar cualquier cosa
del material que fuese. La joven llegó a un apartamento -bien podría ser su hogar-, se puso en el
suelo, dibujó un pentagrama en el suelo, se sentó en medio y...
¡Otra vez el móvil!
Ya sabía exactamente lo que venía a continuación cuando descolgué la llamada: o los gritos de
Karen o la indiferencia mezclada con impaciencia de Millo. Esta vez volvió a ser Karen quien
gritaba pero no le di tregua.
-¡Ya lo sé, ya lo sé, llego tarde! ¡Dime algo que no sepa!
En el otro lado de la línea, la chica enmudeció. Tras un rato largo acabó diciendo:
-Está bien, pues espabila -lo más sorprendente fue la calma de decirlo que me hizo ver lo que me
caería cuando la tuviese delante.
Y así fue. Un máximo de tres bofetadas bien dadas. Una en la cara, otra en el hombro y otra en la
nuca. Millo, por su parte, parecía de lo más tranquilo. Cada cual iba con sus atuendos: una vestida
de Sailor Moon y el otro un intento de Calimero.
Aquella vez decidí hacerlo todo diferente. Compré las entradas en reventa, hice que nos colásemos
y una muchedumbre intentó que nos disculpásemos sin éxito porque yo no soltaba prenda pero mi
cara reflejaba un mal estar increíble. Karen y Millo intentaron excusarse pero los chicos aquellos
terminaron por irse.
No compré nada en absoluto, una vez dentro fui dando vueltas aquí y allá sorteando a la gente. Ni
siquiera esperaba que mis amigos me acompañasen. Acabamos yendo a un bar de tapas -elección
mía- a la hora de comer e hice que Millo pagara también la cuenta de Karen. Ambos me miraban
como si estuviera loco.
Tras volver a entrar me volví a perder buscando a Mireia. Fue ella quien me encontró cerca de un
stand de figuras de todas las series anime existentes y fuimos a un lugar apartado para poder charlar.
-Aquí no hay tanto ruido -dijo ella enseñándome el camino a un pasillo que tenía unas cuantas
puertas. Parecía que era por donde iba y venía todo el personal del evento.
-Explicame que sabes -le supliqué.
-¿Qué es lo que quieres saber? -contestó ella con otra pregunta.
-Todo -sentencié yo.
Mireia suspiró.
-No sé por donde comenzar.
-Por el principio. No es tan difícil.
-Sí que lo es, Manu. Al menos para mi.
Los ojos comenzaron a brillarle y una lágrima le cayó rostro abajo.
Yo esperé a se calmara un poco y comenzase a hablar. Aquello tenía que tener solución y cuanto
antes, no soportaría volver a vivir el mismo día una y otra vez. Al final Mireia habló:
-Te echo de menos... A ti y a todos. Solo quería que este día no terminase nunca, así que fui a ver a
una especie de bruja que me vendió un hechizo. Y aquí estamos.
-¿Un hechizo? ¿En serio? ¿Magia? ¿Magia de verdad? -comencé yo todo sorprendido.
-Sí, Manu, sí, magia de verdad. Brujería más bien dicho.
-Pero, ¿por qué? Nosotros también te echamos de menos pero para mi no es excusa que hayas hecho
algo así.
-¡Y me siento culpable! Por eso te dije que lo dejaras de mi cuenta. He intentado ponerme en
contacto con la bruja para revertir el hechizo, pero no quiere ayudarme. No sin un pago.
-¿Cuánto?
-No es cuánto, sino el qué -me corrigió.
-Y qué quiere.
-Mi talento.
Y Mireia se echó a llorar desconsoladamente. Me acerqué y le puse una mano en el hombro pero
aquello no suavizaba la situación.
Yo aun estaba perplejo ante aquello. Al parecer, la brujería si existe y las brujas también y, para
colmo, te piden cosas tuyas de gran valor como pago por su ayuda. Cosas como el talento de cada
uno.
-¿Y no hay forma de pagarle de otra forma?
Mireia no supo que contestar.
Una neblina fue apareciendo por debajo de la puerta. Tanto mireia como yo nos asustamos un tanto.
Aquello era sobrenatural, no había duda. Y más sobrenatural el que la niebla cada vez se fuera
haciendo corporea, tomando forma de mujer bajita y delgada. Unos pies descalzos y bien parecidos
fueron apareciendo tras el humo, segido de unas piernas ataviadas con un vestido largo, unas
manos, los brazos, el torso hasta llegar la rostro, un rostro hermoso de mandibula puntiaguda, labios
carnosos, nariz pequeña, ojos azul aquoso, cejas lampiñas y cabello negro y largo recogido en un
moño alto. Mireia miraba aquella figura con admiración y terror a la vez. Yo la observaba atónito,
¿quién me iba a decir que yo iba a vivir una experiencia como aqella? ¿Una mujer entrando en una
estancia convertida en humo? ¿En serio? No sabía si fascinarme o ntentar salir corriendo.
-Si quieres que todo vuelva a su cauce -comenzó la recién llegada con voz calmada y pausada-, ya
sabes cual es el precio.
Mireia sollozó.
-Tiene que haber otra manera -salté-. Seguro que usted sabe como. No parece malvada, ayúdela.
Y así era. No sabía por qué, pero aquel ser no me parecía malvado en absoluto, no por su belleza
sino, más bien, porque lo aparentaba ser. Claro que podía estar equivocado.
-Así que quieres salvarla.
-¡Sí!
-¡No! -exclamó Mireia.
La bruja hizo un gesto con la mano y la joven se apartó sentándose en una silla de plástico con
suavidad.
-Esto no te incumbe, pequeña.
-¡Sí, que me incumbe! ¡Es de mi de quien estamos hablando! ¡Manu, por favor, no puedes...!
Pero yo no le hacía caso. Lo único que sí que me daba miedo el precio que la bruja me exigiría
pagarle. Esperaba que fuera algo parecido al conjuro de mi amiga, pero yo no tenía muchos talentos
que se precie, la verdad.
-Estoy decidido, siempre y cuando el día deje de repetirse y el talento de Mireia se quede donde
debe -desafié.
-¿Qué puedes ofrecerme? -abrí los ojos como platos sin saber que decir. ¿Qué podría darle yo a
cambio a una bruja como pago por un hechizo?- Hum... ya veo.
¿Qué veía? ¿El qué?
-Un gran talento creativo y muy poco explotado -continuó diciendo la bruja-. Solo aceptaré eso,
joven muchacho.
¿Creativo? ¿Yo?
-Yo no... quise rebatirle
-Si lo usaras, podrías llegar a ser un gran escritor.
¡Ostras, era cierto! De vez en cuando escribía algo y a la gente le gustaba, pero no era mi pasión.
Así que lo tenía fácil. Pero Mireia no ponía de su parte.
-¡No pienso dejar que desperdicies tu oportunidad, Manu! Te lo hemos dicho muchas veces, eres
bueno escritor.
-Ya -rebatí-, pero no me interesa. Que quieres que le haga, esto tiene que acabar -miré a la bruja-.
Acepto el trato. Pero no quiero juegos.
-¡NO! -gritó Mireia.
Pero la bruja se arrodilló y comenzó a exclamar unas palabras initeligibles:
odarrence eviv es erpmeis ednod íuqa
aíd un se on aíd un
opmeit le arom ednod íuqa
ecuac us a evleuv
lanigiro ol alever y
Hubo un pequeño temblor que me dio que solo sentíamos nosotros, un temblor hasta agradable. Un
fogonazo y la bruja desapareció. Yo no me sentí más raro de lo habitual, en absoluto. ¿De verdad
había dejado de tener una mente brillante para escribir cualquier cosa? Cogí un trozo de papel y un
bolígrafo y me puso a escribir. Lo que salió no tenía sentido ni para mi ni para mi amiga, que
también lo leyó:
Las lechuzas sobrevuelan Egipto llegando a confundirse con escarcha mañanera cuando los gatos
bailan claqué sobre tambores llenos de payasos.
-Oh, Manu -intentó consolarme Mireia.
La verdad era que hasta me hizo gracia la frase que había escrito. Para mucha gente, diría que no
era falta de talento, sino más bien creatividad. ¿Y eso era dejarle todo mi talento de escritura a una
bruja? Y entonces entendí. A mi me había quitado un talento, pero eso no quiere decir que se viera
afectado si usaras toda tu creatividad. Claro que no saldría igual, pero esa manca se veía
compensada con otra. Sea cual sea tu talento, si tienes creatividad, aunque salgan cosas raras,
puedes hacerlo. Y así se lo hice saber a Mireia, la cual se quedó atónita ante tal deducción.
El día transcurrió de lo más normal desde el hechizo y pasamos una gran velada todos juntos. Pero
lo mejor... fue despertar al día siguiente y comprobar que sí era domingo. Todo volvía a ser normal,
¿verdad?

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